LA PROPUESTA
En algún momento de mis reflexiones he hablado de “resemantización del paisaje”, pues bien, abordo tal idea desde las nociones de un paisaje vivido, transitado, de las sensaciones que el recuerdo y la memoria activan en momentos de introspección estando en el taller frente a la tela, entre acciones y reflexiones, entre el pintar y el detenerse a observar adentro y afuera, la pintura como metáfora de la vida misma. Habla mi trabajo también de esas experiencias que se manifiestan involuntariamente en la pintura, está claro que no busco la representación de ningún fenómeno manifiesto en la naturaleza, sin embargo sí busco que esa naturaleza me sensibilice al punto de poder llenar de posibilidades a la mente creativa y así vaciar elementos consecuentes como los colores, los gestos, los trazos, que evidencien estados mentales y sensaciones producidas en presencia de eventos naturales, bien desde la memoria o desde el estar plantado ante ella, sensibilización que inspiró a los románticos en su momento descubriendo la majestuosidad y grandeza de los eventos naturales que sobrepasan al hombre. En mi caso, la observación de fenómenos tales como la bruma que se disipa y se arremolina y retorna en la montaña, las bandadas que migran de un lugar a otro, la solemnidad de un alba o un ocaso, o de lo diminuto, como las decenas de manchas encontradas en una semilla de piñón o en el florecer de una bromelia.
SOLUCIÓN
Más allá de la mera observación, se hacen presentes otras características igualmente provechosas para mi pintura, entre ellas el “accidente”, el permitir espacio a lo aleatorio, a lo amorfo, a lo inesperado, lo que deviene en riqueza. Es decir, en la solución a mi planteamiento intervienen diversos factores, por una parte, la intuición juega un gran papel, el arrancar de la nada y seguir el impulso, de forma automática lanzar pintura y pincelada, para luego detenerme a observar el resultado y, poco a poco ir descubriendo las claves que llevan al paso siguiente, de esta manera entre acción y reflexión, entre lo consciente y lo inconsciente, van apareciendo elementos que tras su análisis busco compensar, equilibrar, completar… y así entre el juego de la razón y la intuición consigo cosas que activan una nueva interpretación de ese paisaje mental.
Entiendo a la memoria como ese gran campo de posibilidades, como el gavetero contenedor de millones de gavetas, contenedoras a su vez de todas las experiencias de vida, las cuales, la mente clasifica, ordena y jerarquiza sin ser un proceso conciente para el sujeto, de donde se desprende la posibilidad de nuevas asociaciones, de donde afloran nuevas ideas, transformadas o no. Para el artista es éste el campo de todas las posibilidades, está en el ejercicio mental y lo intuitivo la brecha de donde surgen las obras. Es por ello que creo que hay que llenar día a día esas gavetas. En mi caso, trato de disfrutar al máximo de los grandes y pequeños detalles que la vida ofrece y, a pesar de estar inmerso en el paisaje urbano, trato de acercarme al paisaje natural de donde se deriva mi motivación, me impresionan los cambios frecuentes de El Ávila, me sorprenden las formas que consigo en el Jardín Botánico, los colores del ocaso guaireño, el constante susurro del oleaje en la playa, los cánticos de aves al amanecer en cualquier pueblo andino, las bandadas de la sabana…
Tomando en consideración algunas de las ideas asomadas previamente sobre los orígenes de mi trabajo y el entorno que motiva su desarrollo, tras algunos giros al planear este proyecto, se asume dar continuidad a las obsesiones ya abordadas en los momentos recientes de mi pintura, las mismas que, por razones casi espontáneas y consecuentes con el proceso de investigación-aprendizaje han ido obteniendo pequeños cambios progresivos que no se hacen evidentes si se compara una pieza reciente con otra, pero que se patentan al revisar y comparan los extremos, es decir, la producción de los últimos cinco años; se han comentado en diversas oportunidades las relaciones y apegos con el paisaje, ese que se asoma desde la distancia, desde los recuerdos y tal vez desde los idilios, ahora bien, en este momento específico se persigue sustraer del entorno caraqueño esos desapercibidos umbrales que remiten poéticamente a ventanas a través de las cuales acceder al paisaje, al jardín.
Desde la necesidad interior de buscar conexión con ambientes más o menos naturales hacia los cuales escapar momentáneamente de la polis, aunque inmersos en ella. Se busca entonces acceder a esos rincones de Caracas en donde reinan el silencio, el color, la exuberancia, lo frágil, lo diminuto, lo sutil, agrupado en espacios como el Parque de los Chorros, el Jardín Botánico y el majestuoso Ávila, los mismos que ofrecen en diversas dosis y circunstancias las sensaciones y el asombro necesarios para la creación pictórica. Brotan de mi trabajo en este momento una serie de pinturas que son el resultado de la aproximación, la investigación y las sensaciones obtenidas en el paisaje natural que ofrece la ciudad y del paisaje que se aloja en mi memoria, desde la distancia, desde los recuerdos.
Aun flotan como peces- 2010 . Acrílico/tela cruda . 150x150cm
Entre el mar y la montaña - 2010 . Acrílico/tela cruda . 150x150cm
La tormenta trajo algunos peces- 2010 . Acrílico/tela cruda . 150x180cm
“El paisaje no es ya pura extensión física. Escenografía pasiva para el drama humano. La naturaleza es realidad emocional, dedicada vida sensible que un pintor debe percibir, aprehender. El arte del paisaje aspira así a expresar la fina y plástica vida que fluye por las montañas, aguas, bosques.”
Esteban Lerrado
Que pinturas tan hermosas ;) que reflexiones tan interesantes, parece que a los artistas nos arropan los mismos sentimientos, felicidades
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