“Armonía - Caos”
Sala 5 Museo Alejandro Otero, Caracas Venezuela
La muestra “Armonía - Caos” nos
presenta la interpretación personal y contemporánea de Iván Romero sobre el
paisaje desde el año dos mil doce hasta la actualidad, producto del estudio de
la naturaleza a través de las abstracciones gestuales del paisaje, con un
amplio sentido estético del análisis y la reflexión de intersubjetividades, que
surgen de experiencias y sensaciones de la búsqueda introspectiva del hacer
creativo de una representación emocional. Es así que encontramos en sus piezas
alusiones a temas como el vacío, la espiritualidad, el misticismo, en los que
el artista enfatiza la armonía en la contemplación de los elementos naturales
que permiten la tranquilidad, el sosiego y la meditación, en contraposición al
ruido y al caos del paisaje pictórico, todo ello con un una enorme expresividad
y fuerza.
El artista Iván Romero crea y recrea
según las posibilidades del mundo que conoce; le da forma a su realidad, no de
manera descriptiva sino de modo poético, porque es imposible para él, aun
tratando, representar la realidad tal cual es, por ello lo que hace es darle
forma a sus interpretaciones de manera pictórica, evocando las formas, los
paisajes y los lugares visitados del continente americano: Ecuador, Colombia,
Venezuela, Costa Rica y Estados Unidos. El artista le otorga a sus impresiones un
carácter particular que logra plasmar por medio de aspectos cromáticos, formas
y gestos característicos de la naturaleza propia de esas regiones, obra construida
con su capacidad del saber cognoscente.
Según Kant los objetos son regidos por
nuestros conocimientos, ningún conocimiento precede en nosotros a la
experiencia y todo conocimiento comienza con ella, esto en cierta manera nos
permite comprender si tenemos el conocimiento y la experiencia clara, por
ejemplo de lo que representa para nosotros un paisaje y si con nuestra vivencia
podemos reconocer uno, o se puede desde lo simbólico o desde el gesto reconocer
situaciones de la naturaleza. Esto es probable porque el sujeto constituye al
objeto desde su experiencia, su percepción y el empleo de conceptos que usamos
para razonar.
La memoria del artista le sugiere
lugares, sensaciones y efectos cromáticos, situaciones que le llamaron la
atención y ha registrado en su subconsciente, esto le permite tener una serie
de archivos que va administrando a discrecionalidad en el hecho creativo, toda
una serie de recuerdos ambiguos que vierte sobre sus lienzos a modo de diálogos
constantes. Esto nos permite comprender que cada lienzo es en sí mismo un
archivo de diferentes estados del pasado de Iván, una suerte de sintaxis creada
desde la memoria por medio de sus recuerdos, un lenguaje pensado, de cierto
orden y en ocasiones de cierto desorden de la memoria del olvido.
Una reflexión valiosa de Iván sobre su
memoria nos comenta lo siguiente:
Al tratar de comprender los procesos de
síntesis por los que transita la imagen que se aloja en mi memoria y cómo desde
la observación y vivencia del paisaje, que va de lo macro, estando inmerso en
un páramo de los Andes venezolanos o navegando a través del lago de Maracaibo y
almacenar toda la información consciente e inconsciente a la que se está
expuesto, transformarla en posibilidad expresiva, o desde lo micro, estando
sentado en un recodo del Jardín Botánico y contemplar las manchas que el polvo,
la lluvia, el paso del tiempo van grabando en la madera que se deteriora, al no
perder de vista los detalles que ofrece una hoja seca, el vuelo de una semilla,
los mohos y hongos adheridos a los árboles, los peces y las floraciones en las
pequeñas lagunas, las exuberantes bromelias. Es así como, tras el asombro que
me causan estas expresiones naturales que se sintetizan en mancha, busco
hilvanar cada detalle, hacer conciencia de las sensaciones que me producen, de
las asociaciones que hago y de los resultados plásticos obtenidos en el taller.
Existe una armonía en el paisaje de
Iván cuando sus gestos, líneas y trazos concuerdan con el color; hay un
equilibrio de las formas, situaciones cromáticas, en el aspecto compositivo,
que evocan a la serenidad, inmovilidad o calma por la estabilidad del conjunto
de sus elementos distribuidos acordemente en la pintura, lo que la hace
agradable a la vista debido en parte a su sencillez. Tal carencia de recursos o
materia rememora lo sublime relacionándolo con el plano espiritual, que parte
de la sensibilidad, evocando la paz, la tranquilidad y su relación con lo bello
de lo etéreo, lo inmaterial del espíritu donde no se sabría diferenciar si es
el espíritu del artista o el de la naturaleza o el de ambos, presentes en la
pintura.
Existe en el trabajo de Iván una gran
dualidad muy característica así como ocurre en la naturaleza de nuestro medio
ambiente y la naturaleza del ser humano, algo que surge espontáneo y sorpresivo,
no es lineal, ni predecible como lo es el caos, son acontecimientos o
situaciones difíciles de dominar o predecir, que se presentan de modo incontrolable,
situaciones ajenas al artista, acontecimientos externos, impulsos no
manejables, los cuales hacen surgir imprevistos en la pintura, alteraciones que
pueden resultar provechosas y ser las causales de acontecimientos estéticos
favorables, en la búsqueda de imprevistos azarosos que sean el detonante de posibilidades
plásticas.
En la naturaleza hablamos de una
perfección con formas de un orden y armonía, en constante cambio y
transformación de formas perfectas e imperfectas y esa imperfección,
representada por la anarquía, la podemos constatar en el trabajo de Iván en
piezas de enormes contrastes, en el excesivo uso de los elementos expresivos, en
el atiborramiento de formas, lo que establece su propio orden, muchísimo más
complejo, que aparentaría un caos que no es tal. Su obra relaciona la
oscuridad, el desorden, que en la pintura es un exceso de elementos, las formas
presentadas con exceso de valores cromáticos, para denotar alteraciones extremas
de emociones y sentimientos compulsivos que se hacen huella en la tela.
La investigación de Iván desde sus dos
grandes series, la de marinas y la de bosques, en su conjunto, parece abordar la
búsqueda de representar físicamente la inmaterialidad, la desmaterialización
del paisaje desde lo etéreo, involucrando el aspecto espiritual y emocional. Si
no tuviéramos en cuenta esta concepción de su pintura los trabajos nos parecerían
inacabados, de formas no precisas, cosa que no es así, ya que hay tensión y
contrastes en situaciones de armonías y luchas entre las formas plenas e inacabadas,
muy estimulantes a la percepción, lo que las convierte en piezas potenciales
que van desde la posibilidad de la nada al infinito del espíritu, algo más allá
de lo finito de su ser.
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La pintura de Romero encierra una
atmósfera de meditación, espiritualidad y misticismo que nos estimula a
disfrutar su interpretación del paisaje, como una serie de gestos y colores
combinados de forma equilibra, por lo que logra trasmitir sensaciones de
relajación, sosiego y reposo, un gran estado de armonía. Esta muestra invita al
espectador a ir descubriendo asociaciones y a indagar en las diversas variantes
de temas que nos sugieren las diversas estaciones, atmósferas y series de bosques
y marinas, las cuales nos remiten a una constante inquietud y al estudio del
paisaje desde su visión y desde la evolución de sus reflexiones de taller, de su
búsqueda introspectiva del hacer creativo, del análisis autocrítico de los
aspectos plásticos y conceptuales, de la naturaleza que se encuentra en
constante transformación y cambio dinámico, tal como el pensamiento crítico del
hombre en los tiempos difíciles que suele generar cambios, crisis o caos.
Jhonny Fung
Fotografía:
Erlen Zerpa
Ivan Romero
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